TOC, TOC

 

Dormía plácidamente y empecé a soñar que estaba clavando clavos. Yo no soy carpintero, y se pueden contar con los dedos de una mano la cantidad de clavos que he clavado en mi vida, pero estar clavando clavos sin cesar en mi sueño, me parecía lo más normal del mundo.

No sé cuántos clavos puse, pero lo que está claro es que mi técnica era perfecta, cada golpe que daba, clavo metido. Toc, uno, Toc, otro. El caso es que no estaba construyendo nada, sólo clavaba en una madera.

El toc toc, era acompasado y rítmico, y pronto me di cuenta de que estaba silbando una melodía al compás del martilleo. La melodía era inédita, no la había escuchado nunca, pero me pareció increíblemente preciosa. Tampoco soy compositor, pero me estaba saliendo un Hit Parade muy molón.

Sin motivo ninguno, dejé de poner clavos. A los pocos segundos, ya no recordaba la melodía. Desperté de la siesta sobresaltado y preocupado, pensando en recordar cómo era aquella música maravillosa.

Estaba despierto, pero de vez en cuando, aún escuchaba un golpe en alguna pared. Indagando, descubrí que era un vecino haciendo obras.

Intenté recordar la melodía. Nada, no había manera. Me dormí de nuevo, esta vez con un cuaderno y boli en la mano, con la esperanza de que, si volvía a recordar la melodía, la escribiría en el cuaderno.

Pero como siempre, sólo soñé tonterías como ésta.

 

© Chesús Mateo

08 de julio de 2021

 

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