¡AGUANTAD, MALDITOS!

 

Los empecinados árboles se resistían a caer, aunque el viento se esmeraba en ello. Sus perfilados troncos se inclinaban empujados por la furia de Eolo, pero sus profundas garras se aferraban a la tierra que los vio nacer.

El dios los miraba resistir y les decía:

  • Aguantáis como si os fuera la vida en ello, aunque el día que yo me enfade de verdad, no habrá parapeto que os resguarde. – Creyendo que sus palabras les infundirían temor y dejarían de aguantar.

Los árboles le oían rugir, pero las amenazas no surtían efecto, aunque a veces, algún compañero, enfermo y agotado, caía con gran estruendo.

 

© Chesús Mateo

02 de julio de 2021

 

 

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