EL CHIRINGUITO

 

La hora de la comida en el famoso Chiringuito de la playa, era un constante frenesí. Los camareros iban y venían a toda prisa llevando platos, bebidas, la cuenta…

El olor al pescaito frito y otras fritangas, frenaba a algunos clientes, pero para la mayoría, servía de reclamo, y acudían como moscas que acuden a su manjar favorito.

A la entrada, una fila de personas esperaba ansiosa su entrada. No parecía molestarles pagar por el servicio, el doble o más, de lo que les costaría en su lugar de origen y con seguramente peor calidad.

Sin embargo, tal y como sucede con los partidos políticos, siempre había una mesa reservada para los amigos del dueño, que además de no esperar fila, comían y bebían por el precio de la amistad, y que, en el caso de los políticos, a los “pobrecitos” que no han conseguido un escaño, se les ofrecen cargos importantes con nombres muy significativos y sueldos estratosféricos en instituciones y puestos que al ciudadano de a pie, no le sirven absolutamente para nada.

 

© Chesús Mateo

01 de julio de 2021

 

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